CULTURA OLMECA |
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También llamados la “Cultura Madre”, representan el logro final de miles de años, en que los pueblos antes nómadas, cazadores, recolectores, lograron establecerse por milenios en un lugar determinado y ahí, a través de generaciones y generaciones de investigar y observar a la naturaleza, el firmamento y explorar sus insondables adentros espirituales.
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Los especialistas eurocéntricos, con una visión colonizada, no le dan importancia a este largo período del Período Preclásico que culmina luminoso con la conformación de la cultura olmeca entre 1500 y 1200 a.C. pero que tiene un gran valor para nuestra civilización, en tanto definieron el rostro primigenio de las culturas del México antiguo, para nuestro presente, porque parte de lo que hoy nos conforma encuentra en los olmecas sus primeras raíces; y sobre todo para el futuro, porque nos recuerdan de nuestras capacidades, nuestra voluntad de ser y trascender en el tiempo, pero sobre todo, nos habla de una continuidad y una dirección.
Los olmecas no se deben tomar como el “principio”, sino como el final de un inmenso período de formación cultural que se llevó más de cuatro milenios (dos eras Cristianas) y que es bastante desconocido para el común de los mexicanos.
“Uno de los aspectos más controvertidos de los Olmecas, además de su posición cronológica respecto a las otras culturas mesoamericanas, ha sido el esclarecimiento de su filiación étnica, lingüística y racial de esta cultura que, en el Sur de Veracruz y Este de Tabasco, experimentó una nueva forma de organización económica, social, política, y religiosa. Ésta fue totalmente distinta a la vida aldeana y tribal que le antecedió y a la que existía en la mayor parte de ese espacio geográfico que, con el transcurso del tiempo, llegaría a construir la macroárea cultural denominada Mesoamérica.” (Tomás Pérez Suárez. 1994.)
Sin embargo, es necesario apuntar que la síntesis filosófica que quedó plasmada en la iconografía olmeca, mantendrá un hilo conductor durante todo el proceso de desarrollo de la civilización Anáhuac, los mismos españoles encontraron vivas en el siglo XVI las raíces de la cultura olmeca. De esta manera Quetzalcóatl, que quedó grabado en las piedras de Chalcatzingo, Morelos, en el Período Preclásico, lo encontraremos en Teotihuacan en el Período Clásico con los toltecas y en el mismo Tenochtitlán con los aztecas en el Período Postclásico. Las serpientes de cascabel, los felinos, el quincunce, la representación de Tláloc a través del uso de la cara de dos serpientes encontradas y de perfil; nos hablan de un conocimiento, una filosofía y una religión, que se mantuvo viva y en evolución por lo menos 3 mil años consecutivos y que de algún modo sobrevive en el ser místico y espiritual de los pueblos indígenas y campesinos del México contemporáneo.
“No guerreros ni comerciantes, sí agentes civilizadores, los olmecas cumplieron el destino que ellos mismos se asignaron. Lo cumplieron hasta donde en el espacio fueron capaces, y lo alargaron en el tiempo, construyendo lo que habría de ser el espinazo espiritual de nuestra antigua cultura.
El concepto de lo humano por ellos forjado, dio cimientos al perpetuo optimismo de los hombres que los sucedieron. Los herederos suyos, sean teotihuacanos, zapotecas, mayas, mixtecas, huastecas, totonacas, aztecas, lograron merced al impulso que de ellos recibieron, la inagotable proliferación de felices construcciones culturales cuyos vestigios todavía educan y deslumbran.
Teotihuacán, Tula, Xochicalco, Cacaxtla, El Tajín, Tikal, Palenque, Toniná, Uxmal, Monte Alban, Mitla, Malinalco, Chichén Itza, Tenochtitlán, otras muchas ciudades análogas, dan testimonio de ese optimismo justificado y perdurable.
Injuriosamente, los estudiosos hablan todavía de culturas primitivas, de totemismo, de adoración de la lluvia, de ritos sangrientos, y centran su atención en la guerra florida y los llamados sacrificios humanos de los aztecas, a fin de intentar legitimar el desprecio que les justifica nuestra explotación.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
Cuando la civilización del Anáhuac logra producir nítidamente lo que hoy llamamos la cultura olmeca, ya estaban terminados los cimientos de conocimiento, tanto de orden tangible como: agricultura, ingeniería, arquitectura, medicina, etc. Como de orden intangible como: filosofía, matemáticas, religión, arte, astronomía, entre otras. Así mismo, ya estaban en operación los cuatro sistemas básicos que fueron los cimientos de toda sociedad, independientemente de la cultura a la que pertenecieran y que fueron desarrollados y perfeccionados, casi en su totalidad, durante los primeros cuatro mil quinientos años de la civilización, entre la invención de la agricultura y aparición de la cultura olmeca.
Estos cuatro sistemas son: el alimentario, el de salud, el educativo y el de organización social y régimen jurídico. Representan las cuatro bases indispensables para desplantar una cultura.
EL SISTEMA ALIMENTARIO.
En esos cuatro mil quinientos años, los Viejos Abuelos, no sólo inventaron la agricultura, la milpa, la chinampa, el nopal comestible. Sino que, desarrollaron un sofisticado y complejo sistema de alimentación en el que se crearon las tortillas, totopos, empanadas, los tamales, las salsas, el chocolate, el atole, las aguas frescas, el tejate, el pulque, el mezcal, las alegrías o amaranto, el elote, los diversos tipos de chiles, el pinole, el uso de plantas, carnes de animales de caza y pescados secos y salados, gran cantidad de vegetales incluso algas, el uso extenso de insectos, miel, semillas, así como la domesticación del guajolote y el perro Xoloitzcuintle. El sistema alimentario no sólo comprendía alimentos, sino guisos exquisitos y muy sofisticados en los que se equilibraban perfectamente los proteínas animales y vegetales, los azúcares y las grasas. Lo que en conjunto permitió que los antiguos mexicanos dispusieran de suficiente energía, salud y tiempo para desarrollar sus proyectos civilizatorios, tanto en la construcción como en la investigación.
EL SISTEMA DE SALUD.
El sistema de salud es otra de las grandes aportaciones a la civilización. Los Viejos Abuelos desarrollaron un profundo conocimiento del cuerpo humano y sus enfermedades. Investigaron las substancias curativas que poseen las plantas, los insectos, animales y minerales. Los médicos y la medicina anahuaca llegaron a alturas hoy insospechadas, toda vez que la barbarie europea desvalorizó y persiguió esta sabiduría que ha sabido sobrevivir a su desaparición historia. En efecto, todo este legado de conocimientos supo sobrevivir los trescientos años de persecución y en los últimos doscientos años ha vivido marginada y despreciada por la cultura dominante. Pero indiscutiblemente que ha sido el recurso más valioso para mantener la salud de los mexicanos más pobres y desprotegidos por el gobierno y explotados por la sociedad dominante. Los pueblos indígenas y campesinos, y de alguna manera el proletariado que vive en los grandes cinturones de miseria de las grandes ciudades del país ha mantenido estos saberes tradicionales en extinción, por la acción de los voraces laboratorios trasnacionales y los medios masivos de comunicación. Los “remedios caseros”, las infusiones, los masajes, el uso de plantas, animales, insectos y minerales para los ancestrales remedios siguen asombrosamente vivos. Así como, los rituales que tienen poderosos resultados en la psique de los pacientes, sin dejar de nombrar a las “plantas de poder” que ocupan un lugar muy especial en la sabiduría ancestral.
EL SISTEMA EDUCATIVO.
El sistema educativo fue otro de los grandes pilares de la civilización del Anáhuac. Aunque se le dedicará por su importancia un capitulo especial a la educación, podríamos señalar que desde el punto de vista de “sistema”, los antiguos mexicanos seguramente desde el año 1500 a.C. con la aparición decantada de la cultura olmeca, ya contaban con un sistema de educación que llegó a todos los niños y jóvenes de la sociedad en las culturas más evolucionadas y de manera sistemática hasta la llega de los españoles.
El sistema educativo es un elemento básico estructural para poder desarrollar un proyecto civilizatorio, toda vez que el método para producir y reproducir el conocimiento en la sociedad, indiscutiblemente que es la educación. Gracias a este sistema, podemos entender los mega proyectos a largo plazo de las culturas del Anáhuac, en las cuales se llevaban siglos en construir un centro de conocimiento, como el mismo Teotihuacan, Palenque, Monte Alban o Xochicalco entre más de decenas de miles que hay en el país.
La educación que ha generado la civilización del Anáhuac no se refiere únicamente al aspecto académico, que se enseñaba en el telpochcalli, cuicacalli y calmécac. La educación desde un punto de vista más profundo. Nos referimos a su especto filosófico y espiritual. En efecto, las bases fundamentales para que el individuo pueda entenderse a sí mismo, a la familia, a la sociedad, a la naturaleza y el universo de manera integrada e integral. Las relaciones que existen entre unos y otros. Las responsabilidades, los límites y las posibilidades. Todo esto en su conjunto y a lo largo de ocho mil años de desarrollo humano, con sus altas y sus bajas, nos han dado un “rostro propio y un corazón verdadero”, como individuos y como civilización. Este inmenso acervo de sabiduría y experiencia es lo que nos hace ser anahuacas o “Mexicanos” como nos “bautizaron” los criollos desde 1821.
La educación como esa riquísima experiencia que ha sido seleccionada y sistematizada a lo largo de cientos de generaciones. No todos los pueblos del mundo poseen esta experiencia que hoy englobamos en el llamado “Patrimonio Cultural”. Los pueblos que surgen de las milenarias civilizaciones que se han llamado “Madre”, son los que han logrado sistematizar e incorporar a su “Ser” esta sabiduría de vida. Y si para la cultura occidental el vértice superior de su conocimiento se encuentra sustentado en el dominio del mundo material, para la civilización del Anáhuac el vértice superior de su conocimiento se encuentra en la posibilidad de liberar el espíritu de la materia. Esto es lo que nos une a todos los pueblos de origen anahuaca y nos hace culturalmente tan sensibles a los aspectos místicos y espirituales de la vida. Para concebir nuestra antigua cultura, debemos de pensar que nuestros Viejos Abuelos vivieron en sociedades escolarizadas por más de treinta siglos.
Para descolonizar nuestra historia debemos de dejar de vernos a nosotros mismos como los extranjeros nos describieron, en tanto a sus intereses, concepción e ideología: como una serie inconexa de islas culturales “primitivas”, que nada tienen que ver las unas con las otras. Siempre nos han investigado por nuestras diferencias y no por nuestras semejanzas; las cuales son mayores. Los olmecas tenían mucho que ver con los procesos de desarrollo cultural desde la invención de la agricultura hasta la conformación de las primeras aldeas; y al mismo tiempo las culturas posteriores con los olmecas y los mexicanos de hoy en día, con los ocho mil años de desarrollo cultural que ha producido el ser humano en el que hoy es nuestro territorio.
Para entendernos como civilización, debemos de tomar en cuenta que en el Anáhuac durante por lo menos 3000 años se mantuvo un sistema escolarizado en el que vivieron nuestros antepasados de generación en generación de manera ininterrumpida y sistemática y que ciertamente, ha sido truncada estos últimos cinco siglos por la colonización, pero que en el “banco genético de información cultural” o “memoria genética”, los mexicanos encontramos en la educación, una valiosa y poderosa herramienta para el desarrollo humano. Somos una civilización con una añeja experiencia educativa como no existe otra en el planeta.
SISTEMA DE ORGANIZACIÓN SOCIAL.
El sistema de organización social y régimen jurídico es otro de los cimientos fundamentales que se crearon en los primeros cuatro mil quinientos años que comprendieron desde la invención de la agricultura y la aparición de la cultura olmeca. En efecto, no podríamos entender la construcción de las llamadas “zonas arqueológicas”, sin la organización social y la regulación de un orden jurídico que permitiera la regulación e interacción armónica y ordenada de los individuos y los pueblos. El sistema de organización social y el régimen jurídico permite que los otros tres sistemas alimentario, salud y educación puedan desarrollarse con plenitud y armonía.
Del concepto matemático, astronómico, físico y biológico que tuvieron del universo los anahuacas, mediante la observación de la naturaleza y la reflexión, conformándose a ella y superándola también, establecieron un orden político y social adecuado a las condiciones físicas, económicas y científicas, con el propósito fundamental de promover y preservar la vida de la colectividad en el país, alcanzando de tal suerte un alto grado de cultura y conocimiento, tanto de la naturaleza como del universo”. (Ignacio Romerovargas Yturbide. 1978)
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El concepto de Tollan que se ha traducido como ciudad o metrópoli, era una realidad cotidiana en las culturas del Anáhuac. Fuera en la zona maya, náhuatl, zapoteca, mixteca, totonaca, purépecha o en cualquier otra, las grandes concentraciones humanas del período Clásico y Postclásico fueron impresionantes. En lo que se refiere a la ciudad de Tenochtitlán, los cálculos más discretos nos hablan de medio millón de habitantes, pero seguramente que en el período clásico las concentraciones humanas superaban estas cantidades. El concepto de Taltocán, Calpúlli, Hueytlahtocáyotl, Tequíyotl, Tetlatzontequilíca, están ligados íntimamente a la formidable organización social que es fruto de la sabiduría acumulada y sistematizada por siglos y siglos de trabajar en sociedad por alcanzar el desarrollo humano. Los antiguos mexicanos nunca hubieran podido lograr los prodigios civilizatorios, tanto tangibles como intangibles, sin una compleja red social de valores, actitudes, principios, instituciones, leyes y autoridades que posibilitarán, no sólo el mantenimiento del orden social, sino su propio desarrollo. Cada pirámide, cada obra de arte, cada códice o estela, no pudieron existir sin el respaldo y apoyo de este sistema de organización social y régimen jurídico que los sustentó.
Dados estos principios fundamentales podemos distinguir dos clases de organizaciones:
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Las Territoriales, que eran: 1.- El calpúlli rural (autónomo y disperso); 2.- El calpúlli urbano (autónomo y concentrado a manera de barrio); 3.- La región o icniúhtli de calpótin, hermandad, fraternidad, grupo de amista de caseríos (entidad regional autónoma) llamado Tlatocáyotl, gobierno; 4.- Los territorios o señoríos del Estado (autónomos, pero la autoridad dependía del Estado) llamados tecúhyotl, señoríos; 5.- El Estado (independiente) llamado hueytlahtocáyotl, gran gobierno; y 6.- La federación de Estados llamada Tlatacaicniuhyotl, hermandad o amistad de gobernantes, o tecpíllotl, conjunto de principales o palaciegos.
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Las institucionales, jerarquías centralizadas de gobierno, que podían ser: locales (la organización religiosa, los gremios industriales, las sociedades de señores) o federales (las jerarquías educativa, administrativa, fiscal, judicial, gubernamental o política, la comercial y la militar).
El gobierno de toda agrupación, tanto territorial como institucional, correspondía a una asamblea de ancianos o expertos en la materia, elegidos por los miembros de la agrupación. “Nada se hacía, afirman los cronistas, sin consultar en asamblea”. Ésta invariablemente era encabezada por dos jefes, cuyos puestos generalmente eran vitalicios; uno era administrador y el otro ejecutor, casi siempre el primero anciano y con derecho de sucesión, y el otro más joven, era elegido por la asamblea, dependiendo de las circunstancias particulares de cada agrupación la determinación de las normas y procedimientos de ejecución. La asamblea se llamaba in cohuáyotl, círculo o a manera de serpiente”. (Ignacio Romerovargas Yturbide. 1978)
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Este complejo sistema de organización social se llevó varios milenios en decantarlo y perfeccionarlo la civilización del Anáhuac. Lo cierto es que para la irrupción de la cultura olmeca ya estaba conformado y fue el mismo que encontraron y usaron los propios españoles. En la actualidad siguen vivos algunos elementos estructurales de este sistema en las comunidades indígenas y campesinas. El “sistema de cargos”, las tierras comunales, el tequio, la fajina, la asamblea, el consejo de ancianos, las mayordomías, los comités del templo, la escuela, el agua potable, etc. son el testimonio de la supervivencia de esta ancestral sabiduría de organización social.
“Todas aquellas autonomías territoriales no vivían aisladas y abandonadas a su propio destino, sino que estaban articuladas, armonizadas, relacionadas e integradas al Estado, a través de instituciones jerárquicas que en su conjunto constituían en cada estado dos grandes poderes: el poder administrativo cuyo jefe era el cihuacoátl, literalmente mujer serpiente, ideológicamente administrador supremo gemelo del tlahtoáni en lo concerniente a la mujer (administrar) que regía, con derecho a sucesión de padre a hijo; y el poder ejecutivo, cuyo jefe era, el tlahtoáni, literalmente el que habla, ideológicamente el que ejecuta, manda o gobierna, era puesto de elección entre los miembros de una familia procedente de los soberanos más remotos, poseedores de la tierra; pero no sucedían de padre a hijo...” (Ignacio Romerovargas Yturbide. 1978)
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A la llegada de los españoles en el período decadente conocido como Postclásico. Los invasores no encontraron reyes o reinas, príncipes o princesas, ni mucho menos reinos o imperios a la manera europea. En su miopía e ignorancia los españoles interpretaron esta sofisticada y democrática forma de organización social como una “monarquía” decadente y vertical como la que tenían ellos en Europa.
A tal punto fue esta incapacidad de apreciar y entender esta milenaria forma de gobierno que Hernán Cortés (1485-1547), cuando tenía prisionero a Moctezuma (1502-1520) en su casa y después de haber ordenado la matanza del Templo Mayor, lo que provocó la insurrección del pueblo mexica en contra de los invasores, ordenó que subieran a la azotea a Moctezuma para que esposado le ordenara al pueblo que cesara la insurrección. La sorpresa de los españoles es que ya el Taltocán había destituido al tlahtoáni Moctezuma y le había otorgado el poder a Cuitalhuác (¿-1520). Para la cultura europea el rey era la representación de Dios en la tierra y su sucesión era hereditaria a través de las Casas Reales. Cortés creyó que al tomar prisionero a Moctezuma tenía controlado al pueblo mexica y no entendía como podían los mexicas destituir a su gobernante. Hasta la fecha, se sigue desconociendo el sistema de organización social y el régimen jurídico de los antiguos mexicanos y se sigue hablando de “reyes, reinos y princesas prehispánicas”.
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“Teniendo en ella toda su esperanza del remedio, determinó un día sacar a Motecuhzoma en público, para que mandase y rogase a los mexicanos que se aplacasen y dejasen de maltratarlos. Y así fue, que estando los mexicanos dando bravísima batería, que casi querían derribar las casas a pedradas, el marqués y otro de los suyos, el uno con una adarga cubierto y el otro con una rodela de acero con la que se defendía de las piedras y varas, subieron a Moctecuhzoma a una azotea de la casa, que caía hacia el lugar donde los indios daban la batería y, llevándolo así cubierto, le llevaron al pretil de la azotea y haciendo el buen Moctecuhzoma señas con la mano que cesasen de vocear, que les quería hablar, callaron por un poco y cesaron de batir la casa, y apartando la adarga y rodela con la que tenían cubierto, les rogó a voces que dejasen de hacer mal a los españoles y que él les mandaba que no le hiciesen mal.
Los capitanes que estaban en delantera le empezaron a denostar con palabras muy feas, diciéndole que era mujer de los españoles y que, como tal, se había confederado y concertado con ellos para haberlos muerto, como mataron, a sus grandes señores y valientes hombres y que ya no le conocían por rey, ni era su señor...” (Fray Diego Durán.)
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LA CULTURA MADRE.
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La cultura olmeca es la esencia y la fundación de nuestra civilización. Los rasgos culturales más importantes que estarán vigentes por lo menos durante tres milenios del desarrollo humano que se implementó en lo que hoy conforma el territorio nacional y del cual somos herederos únicos y legítimos.
La iconografía, la arquitectura, los símbolos filosóficos-religiosos de la serpiente, el jaguar, el águila, que aparecieron claramente definidos en los testimonios de la cultura olmeca, seguirán vigentes durante los sucesivos periodos hasta el momento de la invasión. El optimismo por la vida, capaz de realizar inconmensurables proyectos espirituales que dejaron impresionante huella en la materia; sean pirámides, sistemas complejos de habitaciones sin ningún uso doméstico o habitacional, hasta formidables sistemas hidráulicos, con presas y canales o kilómetros de caminos empedrados.
Habrá que concluir que sólo una concepción moral plenamente optimista y feliz, habida por el hombre acerca de sí mismo y de su mundo, pudo engendrar el núcleo de esa energía incalculable. Una dichosa concepción humanista de veneración por la vida en la totalidad de sus manifestaciones”. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
Lo cierto, la vigente y palpable de la herencia olmeca y que ha sido trasmitido a las culturas posteriores, quienes lo desarrollaron y llevaron a expresiones exquisitas de la cultura y el arte, cada una dándole su toque y su acento personal. Es sin lugar a dudas su optimismo por la vida y su sentido místico y espiritual de la existencia y el universo.
“Con ellos (los olmecas) comienza en definitiva lo que lícitamente puede considerarse la cultura mesoamericana en su plenitud. Por una razón que explicaré más adelante, ellos lograron difundir los principios de su idea del hombre y del mundo hacia los pueblos contemporáneos suyos y, lo que es incluso más significativo, consiguieron hacerlos vivir en la integridad de las maneras culturales que surgieron en Mesoamérica aún miles de años después que ellos habían desaparecido, logrando que tales maneras de cultura fueran, por su fondo común, una cultura única.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
Mucho nos falta por descubrir sobre la antigua cultura olmeca y desacreditar todo las mentiras que se han escrito doctamente en contra de ella. En efecto, como las universidades norteamericanas pueden financiar a sus investigadores, estos han escrito mucho sobre los olmecas. La mayor parte son sus “propias conjeturas” nacidas de juicios equivocados desde su primera raíz y que se han ido acumulando con el tiempo.
“Con respecto de los olmecas, se ha conjeturado acertadamente de la posibilidad de que hayan implantado un imperio; según tal conjetura, habrían extendido su influjo en la Mesoamérica de entonces valiéndose de la fuerza de efectivos militares. Nada se ha encontrado que llegue a probar tal cosa, ni en sus representaciones plásticas ni en otros de sus vestigios arqueológicos. Ninguna huella suya se tiene de armas de agresión o defensa, salvo algún puñado de puntas de flecha descubiertas en La Venta. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
Sin embargo, en México se empiezan a publicar investigaciones inteligentes, descolonizadas y libres de prejuicios, como las del Dr. Rubén Bonifaz Nuño, quien nos señala un nuevo camino. Ver con nuestros propios ojos, pensar con nuestras propias ideas y sentir con nuestros propios sentimientos, es la escuela que crea Bonifaz Nuño. Pero existen otros caminos, como pueden ser la tradición oral, los linajes de conocimiento o por la delicada vía de los enteógenos.
“De esta suerte, valiéndose de análogas complicidades, los eruditos estadounidenses han formado, respecto de la cultura olmeca, un sistema de mentidas conjeturas cuyo cuyas principales características son el desdén y la ignorancia.
Condenable es eso, pero no es, en mi opinión, lo peor; lo peor consiste en que los estudiosos mexicanos, voluntariamente sometidos a una perversa forma de colonización extranjera, se sujetan, por lo común, a las sistemáticas equivocaciones de los eruditos estadounidenses, y las repitan y las confirman como verdades, acaso con el deseo y la esperanza de que éstos los tengan por iguales suyos.
De estos casos, por obvio principio de dignidad, no quiero ofrecer ningún ejemplo.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)
Aunque parezca atrevido suponerlo, necesitamos descubrir lo que existe de la cultura olmeca en los mexicanos del siglo XXI. Entender nuestra continuidad histórica y cultural a lo largo de estos ocho mil años, es uno de los desafíos más importantes que tenemos aquellos que deseamos acabar con la colonización y construir una sociedad justa y armoniosa. Los olmecas y el fruto de su sabiduría no han muerto o esta desaparecida. Es parte intrínseca de lo que hoy somos. Es la cultura propia nuestra que no compartimos con ningún otro pueblo del mundo.
“Victoriosas sobre las injurias y el desprecio de los extranjeros, se levantan aún las señales de aquel sistema espiritual de iluminación que construyeron nuestras antiguas ciudades.
Allí el urbanismo, la ingeniería, la arquitectura, la escultura, la metalurgia, la pintura, las artes todas, allí las ciencias, la matemática, la astronomía, la medición del tiempo, florecieron obedientes al mismo entusiasmo del hombre seguro de sí mismo, orgulloso de ser fuente y camino ascendente de la perfección de la vida.
Feliz, el hombre vivió y edificó durante cerca de 30 siglos el glorioso testimonio de su paso sobre la tierra.
Fundamento ideal para la felicidad de los hombres actuales, la creación olmeca, es decir la maravilla de la cultura de Mesoamérica, permanece allí, multiplicada en obras que son ejemplo sin tregua.
Y esa maravilla es herencia nuestra particular que nos honra y nos distingue entre todos. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
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Todas las culturas posteriores a la olmeca tendrán su influencia. La estructura filosófico-cultural que legaron los toltecas al Anáhuac será uno de los testimonios que nos confirman la existencia de una sola civilización con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio. Pero todas nacidas, todas con la raíz olmeca, todas compartiendo la misma esencia filosófica.
Por ello, afirmamos que existe una continuidad cultural y civilizatoria, no sólo en el período anterior a la invasión, sino lo que no quieren aceptar los colonizadores, que existe una continuidad civilizatoria y cultural en estos quinientos años de colonización. No se puede negar que en este periodo se “podó la fronda” de manera brutal, pero que la raíz ha seguido viva. También no podemos negar que esta raíz se a apropiado culturalmente de otros elementos, no sólo de la cultura occidental, sino de otros pueblos del mundo. Lo que la ha enriquecido y fortalecido.
El gran desafío es vencer la colonización metal y espiritual. Lograr hacer conciente esta herencia cultural y usarla para reconstruir nuestro presente y diseñar nuestro futuro.
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